El otro día comentábamos en el post “¿Por qué no perdemos peso aunque dejemos de comer?” que las dietas hipocalóricas producen enfriamiento del metabolismo. ¿Cómo podemos dar la vuelta a esta situación? Seleccionando una forma de alimentarnos que estimule la combustión de los alimentos, es decir, que acelere el metabolismo.
En esta forma de alimentación hay que considerar, más que la cantidad, la calidad de los alimentos que tomamos y cuándo los tomamos.
En cuanto a la calidad:
Debemos elegir alimentos sin procesar , sin aditivos (conservantes, colorantes…), huir de los edulcorantes artificiales, de productos lácteos llenos de hormonas y proteínas alergénicas, de alimentos modificados genéticamente como trigo, maíz o soja que podemos digerir de milagro.
Pero entonces, ¿no se puede comer nada?
Existen tiendas especializadas en alimentos ecológicos donde se pueden encontrar productos no transgénicos, vegetales cultivados sin fertilizantes ni pesticidas, carne, pollo, huevos, leche procedentes de animales criados al aire libre y alimentados de forma natural que no han sido tratados con hormonas para su engorde, y otros muchos tipos de alimentos naturales no procesados y sin aditivos.
Debería minimizarse también el consumo de bebidas envasadas en plásticos que liberan sustancias químicas que luego circularán por el organismo.
Todas las toxinas que aportan estos alimentos, hacen que nuestro cuerpo produzca nuevas células grasas para retirarlas de la circulación y evitar que dañen los tejidos y órganos. Esta producción de células grasas va en contra de nuestro objetivo, que es precisamente reducir su contenido para perder los kilos que nos sobran.
Las toxinas a su vez, “ensucian” el sistema linfático, lo saturan y pierde su eficacia como sistema de drenaje y limpieza del organismo, favoreciendo la retención de líquidos y la intoxicación de los tejidos.
Por otra parte, generan también muchas intolerancias que se manifiestan con síntomas leves como por ejemplo, problemas digestivos, retención de líquidos, alteraciones de la piel. Cada vez es más frecuente la retención de líquidos causada por alimentos que no toleramos y esta retención la interpretamos como aumento de peso, cuando la causa no tiene nada que ver con un exceso de calorías.
Es conveniente comer de todo, hidratos de carbono, proteínas y grasas para que se activen todas las cadenas metabólicas, dando mayor presencia a los hidratos de carbono que son los combustibles más limpios para el organismo. Un exceso de proteínas produce acidez en la sangre y muchos productos tóxicos en el metabolismo como la urea y el ácido úrico.
La acidez ocasionará pérdida de hueso porque es el mecanismo que tiene el cuerpo para neutralizarla, y la urea y ácido úrico producen toxicidad en el sistema nervioso y en los riñones y además, estos metabolitos, se acumulan en el tejido conjuntivo, sobre todo en los tendones, favoreciendo el bloqueo de las articulaciones y la falta de elasticidad.
Un exceso de grasa no contribuye más que a aumentar los depósitos en el tejido adiposo y a estropear los vasos sanguíneos generando problemas cardiovasculares.
Aunque los vegetales han de estar presentes en nuestra dieta todos los días, hay que evitar tomarlos crudos sobre todo por la noche, es decir hay que evitar las ensaladas antes de acostarnos. Tienen muchas propiedades pero también producen retención de líquidos por poseer muchas sales minerales. Por la noche los vegetales siempre cocidos. La mejor opción son las verduras cocidas porque las sales quedan en el agua de cocción.
La distribución de los alimentos a lo largo del día es muy importante:
Es recomendable hacer 5 comidas diarias (desayuno, media mañana, comida, media tarde y cena) para tener activo el metabolismo, de esta manera vamos a quemar lo que ingerimos y además lo que tenemos almacenado.Una de las ventajas más importantes de tomar algún alimento a media mañana y a media tarde (es recomendable piezas de fruta, frutos secos…) es que sin aportar muchas calorías, los propios procesos de digestión y metabolismo van a producir termogénesis, pudiendo llegar a quemarse más calorías de las que ingerimos. Un ejemplo, si tomamos una manzana que tiene aproximadamente unas 100 calorías, la acción de masticar, digerir y metabolizar puede consumir mayor cantidad de calorías que las ingeridas.
Además de esta ventaja, las tomas de media mañana y media tarde van a evitar las señales de inanición que recibe el organismo por falta de alimentos, impidiendo que se desencadenen los mecanismos de “alarma” que conducirían a un almacenamiento de todos los alimentos que ingerimos, por pocos que sean, y al bloqueo del metabolismo de la grasa almacenada en nuestros tejidos de reserva.
Un buen consejo es terminar las comidas con una infusión caliente. El calor va facilitar la digestión y a estimular la combustión de los alimentos. Las enzimas encargadas del metabolismo funcionan de forma óptima a 37º. Si después de las comidas, tomamos un postre frío las enzimas disminuyen su actividad y no realizan bien su función metabólica